Yo también

Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí, pero hoy voy a hacerlo para hablaros del Acoso, el acoso a la mujer, situaciones que la mayoría de nosotras en un momento u otro de la vida hemos tenido que soportar.

Con los hashtag #YOTAMBIEN y #METOO podéis encontrar en Facebook y Twitter las historias de un montón de mujeres sobre esta lacra, situaciones de acoso que hemos sufrido en algún momento de nuestras vidas. Acoso que en muchos casos, ni si quiera es concebido como tal por aquel que lo ejerce.

El mundo, para desgracia de la mujer, está llena de caballeros andantes, Don Juanes, latin lovers, machos ibéricos y pepitos piscinas del «tres al cuarto», quienes, muy lejos esa autopercepción de «machote ligón» que tienen de ellos  mismos no son más que acosadores y babosos en busca de una «presa» fácil. Por supuesto, en el otro extremo de la ecuación encontramos en muchos casos a esa «dama desvalida», esa niña criada en rosa y purpurina a la que han convencido para bajar la mirada y sonreír de forma estúpida frente al comentario «halagador» de un hombre, esa adolescente a la que han dicho mil y una vez que con ese carácter o ese aspecto jamás iba a encontrar marido y que se lo ha hecho suyo como si no hubiera otra opción, esa mujer que se afana en buscar un ideal de hombre dicotómico y medieval que viene cargado a su vez de flores, bombones y bonitas palabras pero que ha de ser capaz de «empotrarla» contra una pared y hacerla suya de manera feroz y sin contemplaciones, un hombre que la cuide y la proteja, que la rescate cual princesa desvalida.

Todo esto es lo que enseñamos a nuestros hijos y hijas, todo esto lo inculcamos desde su más tierna infancia, les enseñamos que existe una supremacía física del macho frente a la delicadeza de la hembra, el hombre protector frente a la mujer cuidadora, el tío duro frente a la dama dulce, control frente a sumisión.

Por todo esto hoy he decidido contar mi historia de acoso al «mundo mundial» y demostrar que los malditos roles no cambian, mi historia es una de tantas, porque lamentablemente no ha sido la única, pero demuestra como cuando te situás en una posición más delicada puedes estar en peligro aun que seas de armas tomar, porque Yo También he sido acosada.

» Yo tendría por aquellos entonces 18 o 19 años, mi padre acaba de morir y por necesidades de la vida tuve que empezar a trabajar en la misma empresa de limpiezas en la que trabajaba mi madre.

Yo trabajaba limpiando, junto a otras 50 mujeres en un conocido ambulatorio de especialidades de la zona sur de Madrid.

Allí estaba yo con aquella fregona inmensa igual que la que usaban todas las señoras de la limpieza con mi impecable uniforme blanco cuando aquel día apareció «el encargado», un hombre alto de unos treinta y tantos o cuarenta años y  bastante guapo, yo ni le conocía, venia con otra mujer que fue quien me lo presentó, él me saludo amablemente y se fueron.

Lo raro fue cuando al rato volvió, él solo, y se acercó a mi sonriendo, en aquel momento todas las alarmas me pusieron alerta, algo no me cuadraba en su comportamiento. Lo primero que piensas es si has echo algo para que ese hombre haya mal interpretado tu forma de actuar pero te dices a ti misma que no, que solo has sonreído con amabilidad. Cuando estaba a mi altura cogió la fregona con una mano y se colo detrás de mi, en ese momento yo me quedé parada, tiesa y me dijo cerca de la oreja con su cuerpo pegado al mio: «ven que te voy a enseñar a fregar», yo me aparté de él y me giré suavemente para que no se molestara y le dije: «muchas gracias pero ya sé, me ha enseñado mi madre gracias». Él me miró como sorprendido por mi negativa y yo aproveché para coger mi fregona y mi carro y salir pitando de allí.

Vino muchos días, me buscaba por todo el edificio y yo me escabullía para que no me encontrara con ayuda de las enfermeras y los médicos de por allí, que imagino que veían mi cara de agonía. Cuando me encontraba trataba de darme regalos que yo denegaba una y otra vez con la mejor de mis sonrisas, diciendo que muchas gracias pero que tenía novio, todo para quitármelo de encima.

Yo no le decía nada a nadie, ni a mi madre, ni al que ahora es mi marido, todo por no perder el trabajo ni que mi madre tampoco lo perdiera, porque como me hacía intuir aquel pedazo de cabrón sería lo que pasaría si alguien se enteraba de que «yo le gustaba», como si aquello encima fuera culpa mía.

Aquel hombre estaba casado, aquel hombre tenía una amante unos diez años mayor que yo, que para más inri trabajaba allí también y que en lugar de protegerme se dedicó a hacerme la vida imposible al darse cuenta de él había empezado a venir a «revisar» el edificio con más asiduidad desde que yo estaba allí.

Un año después me marchaba de allí para trabajar en otro sitio, en mi primer trabajo relacionado con la informática, para no verle más. Un par de años después cuando mi madre ya no trabajaba para esa contrata se lo conté todo, podéis imaginar como lloraba diciéndome que porque no le había dicho nada.»

Yo tuve suerte, soy fuerte y me enseñaron a protegerme aun en ese tipo de situaciones, pero sé que otra niña, una más sumisa o impresionable que yo, habría sufrido algo más que un acoso sin tregua de un hombre 20 años mayor que ella, un hombre en una posición dominante, un hombre guapo que con encantadoras palabras trataba de meter en su cama a una niña que necesitaba ese trabajo.

#YOTAMBIEN #METOO

#Nadievendráasalvarte #Nomásprincesas #Nomásprincipes

Deja un comentario